... HURTFEW ABBEY : "Moi, Christine", mujeres del siglo XV

24/9/09

"Moi, Christine", mujeres del siglo XV


Sentada un día en mi cuarto de estudio, rodeada toda mi persona de los libros más dispares, según tengo costumbre, ya que el estudio de las artes liberales es un hábito que rige mi vida, encontré el libro “Lamentaciones de Mateolo”. Me hizo sonreír, porque, pese a no haberlo leído, sabía que ese libro tenía fama de discutir sobre el respeto a las mujeres. Su lectura me dejó sin embargo perturbada y sumida en profunda perplejidad. Me preguntaba cuales podrían ser las razones que llevan a tantos hombres, clérigos y laicos, a vituperarnos, criticándonos de palabra o bien en escritos y tratados. Yo, que he nacido mujer, me puse a examinar mi carácter y mi conducta y también la de muchas otras mujeres que he tenido ocasión de frecuentar, tanto princesas y grandes damas como mujeres de mediana y modesta condición, que tuvieron a bien confiarme sus pensamientos más íntimos. Me propuse decidir, en conciencia, si el testimonio reunido por tantos varones ilustres podría estar equivocado. Mi mente, en mi ingenuidad, no podría llegar a reconocer esos graves defectos que yo misma compartía sin lugar a dudas con las demás mujeres.

¡Ay, Señor! ¿Cómo puede ser, cómo creer sin caer en el error de que tu sabiduría infinita y tu perfecta bondad hayan podio crear algo que no sea bueno? ¿Acaso no has creado a la mujer deliberadamente, dándole todas las cualidades que se te antojaban? ¿Cómo iba a ser posible que te equivocaras? Sin embargo aquí están los hombres, con tan graves acusaciones, juicio y condenas. Durante mucho tiempo las mujeres han quedado indefensas, abandonadas como un campo sin cerca, sin ningún campeón que luche en su ayuda. No hay que sorprenderse por lo tanto si la envidia de sus enemigos y las calumnias groseras de la gente vil, que con tantas armas las ha atacado, haya terminado por vencer en una guerra donde las mujeres no podrían ofrecer resistencia. Dejada sin defensa, la plaza mejor fortificada caería rápidamente. En su ingenua bondad, siguiendo en ello el precepto divino, las mujeres han aguantado, paciente y cortésmente, todos los insultos, daños y perjuicios, dejando en manos de Dios todos sus derechos. Ha llegado la hora de quitar de las manos del faraón una causa tan justa. Ése es el motivo de que nos reunamos aquí: para edificar y levantar la Ciudad de las Damas.



"La Ciudad de las Damas" Cristina de Pizán, 1405


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